lunes, 28 de julio de 2008

Burgos



Si es que los viajes es lo que tienen, que son un vicio y se intenta hacer lo que se puede para seguir viajando y aprovechando los tres días del puentecito ¿que mejor que seguir conociendo la inmensidad del patrimonio español? Y así fuimos a la capital de Castilla, a la ciudad de las ciudades como la llama su publicidad (es un poco pretenciosa la verdad es que sí, pero pueden aprovecharse del nombre).



Es una ciudad curiosa, no demasiado grande (de hecho es más bien pequeñita, al menos desde el estandar madrileño) y en el que los puntos de interés están bastante cercanos unos a otros. Además es una ciudad con apariencia menos castellana que Salamanca, con toques más norteños como son las terrazas cerradas de madera y cristal en los edificios centrales. Así mismo para ser una ciudad castellana con su castillo y con una importante labor defensiva para el interior de la meseta frente a las razzias provenientes del Ebro nos encontramos con un castillo que desde un promontorio domina el río y con restos de muralla de un tamaño considerable pero no con una situación natural comparable a Toledo, Segovia, Cuenca o tan siquiera Madrid y Ávila. Eso sí, es un sitio genial para perder horas y descansar sin tener que pensar en mil horas, porque en Burgos, como en muchos otros lugares de Castilla, el tiempo es más tranquilo. No es que haya miles de lugares que visitar, pero si en cientos en los que descansar tranquilamente, porque al menos es una ciudad con vida nocturna.

A destacar: la Catedral, por supuesto, un lugar para perder horas con todos los detalles que el gótico puro nos ofrece (olvidaros de la sacristía rococó, podría estar bien pero no pega ni con cola), la verdad es que es una gozada y menos mal que Elena tiene una paciencia similar a la del santo Job porque sino me manda a freir espárragos por quedarme mirando todas las cosas con cara de tonto (más de la que habitualmente tengo, sí).





Las Huelgas, un monasterio de clausura real, donde entraban muchas hijas de la realeza y nobleza y aprovechando el asunto le donaban al monasterio riquezas y demás parentelas hasta el punto de que su abadesa llego a tener un poder enorme. Es una visita guiada y no te dejan hacer fotos, pero la verdad es que es una hora muy entretenida en la que aprendes bastantes cosas. Lo único es el paseito que hay que darse para llegar hasta allí desde la puerta de Santa María.



La Puerta de Santa María es una preciosidad renacentista en la que la única pega es el acabado de las esculturas que desmerecen a la totalidad e inmensidad de esa puerta da entrada desde el Arlanzón al recinto de la ciudad comparable en grandiosidad a la puerta de la Bisagra toledana y superior a otras puertas de la época, aunque tampoco es estrictamente comparable a la entrada de las murallas abulenses.




Y eso descontando la famosísima escultura del Cid y demás parentela ante las que debes postrarte historicamente ante el héroe medieval por antonomasia mucho más gallardo, orgulloso, inteligente y añade mil adjetivos más para completar al hombre capaz de enfrentarse al rey, unirse a un rey moro conquistar Valencia, ser perdonado a los reyes, ser capaz de solicitar la intervención de la justicia sin recurrir a la espada, defender la conquista aislada en territorio enemigo frente al imperio almorávide e incluso, según la leyenda, de vencer una batalla tras morir en la defensa de Valencia.



¿Alguien da más? Pues pasead por sus calles, encontraros de cara con monumentos que recuerdan el gobierno de Franco durante la guerra civil (más que recordar los glorifican, así mejor que estén protegidos por un grueso cristal para evitar destrozos porque a pesar de todo me daría pena que se olvidaran algunas cosas y algunos dejaran de cargar con sus sanbenitos), pero la verdad es que hay mil terracitas, docenas de flores, esculturas callejeras y un callejero histórico muy curioso cuando lo sigues. Añadase el palacio de los Condestables de Castilla, el Castillo con su muralla y sus puertas fortificadas, la Plaza Mayor (o más bien el conjunto de plazas que van desde la catedral hasta el monumento del Cid e incluso un poquito más allá, encantadoras). Eso más el agradable paseo que hay junto al Arlanzón, lleno de cafeterias y árboles.







Lo que menos me ha gustado han sido las iglesias, que tienen una estructura exterior que no puede ni de lejos compararse ni competir con la magnificencia de la catedral pero que resultan lo bastante sosas como para ponerlas a la cola de las iglesias castellanas vistas hasta el momento al menos en las ciudades. Pero aún así no las voy a negar monumentalidad en el tamaño y en las formas.

Por lo demás cuando terminen las obras de antiguos hospitales y conventos para la universidad la ciudad ganara bastante, siguiendo la estela de Salamanca. El hotel bien y barato, muy cerquita del centro aunque pegado a la estaciones de trenes la verdad es que lo notas que es una maravilla, aunque pasan pocos al día. La comida bien, más o menos adaptada a todos los bolsillos, aunque tiene bastantes baretos cutres de narices en los cuales si podeis evitar tomar hasta un café mejor que mejor, porque una cosa son los baretos con pinta de cochambrosos que hay por la capital y otra los bares que hay por allí, en algunos casos son simples tascas dignas de Cuentame. Lo único es que los autobuses pasan cada mil años sino llevais coche, pero si podeis pillar unas bicis no es una ciudad a la que le venga mal un paseo en bici que puede que podais prolongar hasta llegar al monasterio Cartujo que dicen es una maravilla pero no llegamos a visitar, en parte porque está un poco retirado de la ciudad, vamos que andando ni de coña.

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